Los Sonetos del amor luminoso de Francisco Javier Olivas constituyen un intento de transformar el dolor de la pérdida en versos de once sílabas. El autor, como tantas otras personas de ayer y hoy, encuentra en la poesía un modo de enfrentarse al desamor, al dolor de amar, porque como dice el psicoanalista Juan David Nasio: «Lo que hace sufrir no es la pérdida del ser amado, sino continuar amándolo más que nunca, ahora que sabemos que lo hemos perdido irremediablemente».
¿Qué hacer ante el desgarrador vacío que queda tras la marcha de la persona amada? «Escribir», contesta el autor. Servirnos del lenguaje que nos parasita y atraviesa para reconducir el caos, para hacer frente a la tormenta bajo la que caminamos cuando el amor se aleja. Sin embargo, no todo es pérdida. Queda lo vivido. Queda el amor.
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