La caja de gato

En las páginas de este maravilloso relato, narrado de forma concéntrica, se van recreando dos mundos con dos ritmos en aparente contrapunto: la vida en la reserva india, preñada de añoranza, atrapada en un nostálgico ayer de vastas praderas disfrutadas en libertad en íntima armonía con las naturaleza, y el universo rural, plácido y seguro, donde se refugia Martín. Aventura fascinante o amable cotidianeidad. En todo caso, empresa misteriosa, fruto de un sueño febril que desdibuja los contornos de eso que llamamos realidad, porque la respuesta a las preguntas que se formula Martín es simple pero compleja: abrir la «caja de gato» como en la paradoja cuántica de Schrdinger, convertida aquí en metáfora de lo real y lo irreal, de lo que puede ser y no ser, en un juego de posibilidades suspendidas, indefinidas, cuya resolución final depende únicamente de la mirada de aquel que osa escudriñar los secretos que contiene, Martín Bueno, eje articulador de esos dos mundos, soñador recurrente, obsesivo y obsesionado, que escribe su sueño la historia de Maia —ilusión, magia, irrealidad— acercándola, al escribirla, hacia la posibilidad de existir. A través de una trama cuidadosamente planeada, escrita en un lenguaje claro y poético, finalmente sueño y realidad terminan por converger y la «caja de gato» se abre en un clímax sugestivo de aventura, misterio y peligro, donde ningún cabo queda suelto. El principio es el final, aunque acaso pudiera ser al revés.