Los recuerdos acuden a la narradora como destellos en medio de la noche, pero luego es incapaz de hilvanarlos, de encontrar un hilo que los una. No consigue escribir más que fragmentos, esquirlas de puntas afiladas. Que a veces hieren.
Quizá por eso, para hallar un orden, Ana lee toda la autoficción que va cayendo en sus manos: Amélie Nothomb, Alejandro Zambra, Emmanuel Carrère, Delphine de Vigan, Valérie Mréjen? Leer a la autora de El Agrio será una revelación. Porque cuenta las cosas no como Ana querría contarlas, sino como puede.
Esta es la historia del desarraigo gallego: la del bisabuelo fusilado y el abuelo emigrado a Uruguay, la de la bisabuela empacadora de pescado y la bisabuela barrendera, roja y madre soltera, la del tío muerto durante la construcción del puente de Rande? Mentiras y verdades familiares, historias de otro tiempo ya.
Y, de repente, el yo como centro del relato: el miedo a ser madre pero también a no serlo…
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