No se preocupó de preguntarle al sabio cómo diantres se había colado de okupa en su casa, sino que, tras vestirse apresuradamente, encendió el ordenador.
Desde entonces se aplicó a escribir un poemario que investigara sobre la relación entre el erotismo y los juegos, diferenciados estos en tres apartados: de mesa, de cartas y decalle o similares. A modo de diario, El amador de juegos se presentó al premio de poesía Cálamo, donde estuvo a un solo peldaño de resultar ganador.
Hoy lo tiene el lector en sus manos. Riguroso en la métrica, equilibrado en el tono y ajustado a la perfección a las reglas del erotismo más exigente. Sabio como el Enrique poeta. Y a buen seguro del agrado de Einstein, si pudiera posar sus ojos en él.
Javier García Cellino
Escritor y poeta