Aixa Rava construye un mundo onírico donde lo delicado convive con lo salvaje en la tensión cotidiana de un yo que habita un paisaje inmenso, inabordable, por momentos indócil. Su poesía es un contrapunto de glaciares, neviscas, álamos protectores, frambuesos y «pequeños movimientos afectivos» que se desarrollan en interiores domésticos. De este cruce entre la vastedad patagónica y los microclimas íntimos emerge una voz personal, a veces inquietante, que bucea entre el extrañamiento y la familiaridad.
Marisa Martínez Pérsico
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